TRANSICIÓN O RUPTURA

Cuando en 1975 fallecía en su cama Francisco Franco, los buitres, las hienas
y quienes no eran una cosa ni otra discutían si lo que vendría a España era
una transición o una ruptura, pero nunca se hablaba de lo que realmente
traerían los buitres y las hienas: la destrucción de la Patria, la
destrucción de la familia, la destrucción de todo lo honesto.

Hoy, treinta y tres años después, con una sociedad que ha dejado de ser, con
una Patria que ha dejado de existir, con el imperio del genocidio y de la
explotación; con la esclavitud como única señora de la realidad conocida,
nuevamente nos planteamos la misma cuestión que en 1975: transición o
ruptura.

Es imprescindible, es cuestión de supervivencia que el pueblo español
determine cómo debe acabarse esta situación. No podemos esperar que el
tirano muera en la cama sencillamente porque el tirano no es persona física.
Debemos forzar la maquinaria para que los oprimidos se den cuenta de su
situación; debemos aplicar a los oprimidos, la totalidad del pueblo español,
un despertador que los sobresalte y les haga despertar del letal sopor en
que se encuentra.

Debemos ser impertinentes; debemos ser pesados; debemos ser incansables. La
tarea no es fácil, puesto que el enemigo es una maquinaria inhumana, capaz
de dominar las mentes de sus oprimidos con una sofisticada organización de
propaganda, con todo el poder en sus manos, sea el económico, el de
comunicación, el antieducativo. y todos los subpoderes que ello comporta.

No tenemos derecho a dejar la labor para mañana, y tenemos la obligación de
determinar si lo que procede es cambio o ruptura.

Los partidarios del cambio pueden comprobar en sus carnes los resultados de
colaborar con el sistema. Cuatro votos en unas elecciones; cuatro votos que
sólo sirven para apoyar las tesis del enemigo; cuatro votos que corroboran
la realidad opresiva en que nos encontramos, ¿o es que acaso quién mantenga
la cabeza amueblada no se da cuenta que el sistema, para subsistir, necesita
que los oprimidos crean que la situación puede cambiarse con votos?, ¿o
quizá no se da cuenta que el voto es un producto de venta que, como
cualquier otro producto de venta, sólo tiene éxito con inversiones
multimillonarias, independientemente de su calidad?.

Evidentemente, el cambio, en una sociedad estructurada como actualmente está
la nuestra, es impracticable. El opresor la tiene bien controlada haciendo
que los figurines de gobierno cambien a su antojo, con apariencia de
intervención popular, para que todo lleve el curso que el opresor marca.
Incluso la acción de los terroristas está al servicio del mismo opresor.

Y siendo esa la realidad, ¿qué opción nos queda?. ¿La transición?.... ¿o la
ruptura?

Cesáreo Jarabo

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