LA NORMALIZACIÓN DE LO ANORMAL

Se acercan las fiestas de la Magdalena en Castellón de la Plana.

La evolución de esta fiesta, que tiene raigambre popular (y de ello da fe que fue instituida en tiempos de "la Oprobiosa") podemos calificarla de lamentable. Hasta están pensando titularla "fiesta de interés internacional".

Cuando tuve el placer de conocerla por primera vez hace catorce años, gozaba con la profusión de banderas nacionales que engalanaban todas las calles de la ciudad, y aunque se veían excesos de alcohol y guarrería, podemos decir que estaban de cierto modo delimitados.

Pero han ido pasando los años, y como sea que los políticos tienen muy claro que al pueblo hay que darle pan y circo, se las gastan todas (todas las del pueblo, claro), en la profusión más grotesca del circo.

Progresivamente, el ayuntamiento democrático, con mayoría absoluta del PP, fue arrinconando las banderas nacionales. Primero, un año, quedaron en franca minoría, para ir disminuyendo año a año hasta desaparecer por completo del panorama festivo, a la par que la guarrería ha ido ganando en importancia, hasta conseguir que el que suscribe, que era asiduo de estas fiestas, haya decidido prescindir por completo de ellas, para regocijo de los parásitos políticos.

Y es que los políticos (sí, mayoría absoluta del PP), que nada tienen de españoles ni de interesados por la cultura, tienen sus propios fines, inconfesables. Reparten el dinero de los contribuyentes entre quienes se esfuerzan por erradicar todo lo que aparente españolidad; fomentan, además de juergas infinitas, la edición de folletos, libros extraordinariamente
ilustrados, que nadie lee, siempre que erradiquen el uso del español, con una clara intencionalidad contraria a la esencia del pueblo de Castellón, marginando todo lo español, y en concreto el idioma. Una actividad que ya lleva décadas socavando la inteligencia de los educandos, y claro rebufo de la actividad llevada a cabo en Cataluña por sus congéneres, donde en los años 80 comenzaron a acogotar la vida intelectual con algo que llamaban normalización y que no es otra cosa que la normalización de lo anormal.

Cesáreo Jarabo

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